Iba con una buena amiga, con la que cierto día escapó algo parecido al amor, un fuego que para no hacernos daño rápidamente lo apagamos debajo de unas sábanas, y curiosamente el destino hizo que eligiera la mesa donde casi siempre tu y yo pasábamos horas riendo, bueno tu riendo de mi infinito temblar ante ti, y de las pocas tonterías que decía balbuceando porque me ponías extremadamente nervioso.
En ese entonces se acercó la camarera del lugar, algo raro porque generalmente, si quieres pedir algo tienes que hacerlo en la barra, como estaba distraído no me había dado cuenta de ello y ella me dio un ligero golpe para que pasara mi atención al hecho, nos preguntó que íbamos a consumir, y casi de manera automática pedí un té y un croissant, para ser sincero no supe de que, ella dijo simplemente “lo mismo para mí” creyendo que era una buena opción ya que yo casi todos los días comía en esa cafetería.
Me preguntó qué era lo que tenía y le conté sobre nuestra historia, con la misma emoción que me causó el momento en que la viví, es algo que no puedo evitar pero no pienso evitarlo tampoco, para cuando terminé ya había dos vasos de té helado en la mesa junto con los aperitivos y servilletas, ella me acarició el rostro y riéndose con ternura como quien se ríe de los ingenuos, me sugirió que comiéramos algo, luego murmuró “no lo puedo creer de ti” cosa que me di cuenta mucho después.
Nunca había sido un manjar la comida de aquel lugar, pero en aquella ocasión me supo extremadamente bien, a lo mejor fue el hambre que traía, o quizá el recuerdo tuyo endulzó la comida, no lo sabría decir, solo que en esa mesa corría algo solo que ahora no temblaba.
Cambiamos de tema, hablamos del trabajo, de cómo habíamos cambiado tanto junto con nuestros amigos, sobre como muchos habían abandonado sus sueños y como uno que otro se había perdido en ellos, hablamos sobre tantas cosas que por poco me olvido de ti, sin embargo en aquella cafetería existió algo, algo incontrolable, inexplicable, algo que vivo todavía, algo que es lo que me mantiene con la estúpida idea que el amor verdadero existe.
Se fue haciendo tarde y poco a poco el ruido se fue reduciendo, muchos de los que asisten a aquel lugar son trabajadores de una institución cercana y la hora de reanudar labores había llegado, decidimos quedarnos un rato, para reposar la comida, y volviste a ser el centro de atención. Yo no quería, pero no pude evitar recordar cuando me tomabas de la mano.
Emocionado casi al límite por mi relato detalle con lujo nuestro 14 de febrero, ella escuchaba con atención, pensando en no sé qué, jugueteando con los hielos que aún se mantenían en sus últimas por el calor intenso de la ciudad, se reclinaba un poco para estirarse y repetir que la comida había sido muy buena.
Aguantándose la risa ella solo se limitó a decirme que nunca me había visto así, que le sorprendía como después de todo seguía sonriendo al pronunciar tu nombre, que debería de intentar otras cosas, que debería de olvidarte que no valía la pena, yo entonces le dije que claro que lo valía, que el amor es incondicional, y que si para ella era perder el tiempo era porque nunca lo había sentido.
Pedimos la cuenta, y nos fuimos, caminamos un rato volviendo a contar las hazañas del colegio, cuando estábamos tan jóvenes y éramos tan tontos, creíamos que el mundo era nuestro y nos escondíamos de las obligaciones que ahora no podemos evitar, recordamos nuestros momentos juntos y nos dimos el lujo de repetir algunos de ellos, la deje en la puerta de su casa, y quedamos de vernos de nuevo la semana siguiente, para comer, o tomar un café, daba igual, creo que es su compañía o su manera de llevarme la contra la que me hace buscarla.
Y luego volví al estudio, a escribirte, a decirte cuanto te amo, a decirte que vuelvas, pero algo me hizo romperlo, me marea ser así, tan impulsivo, quise ir a verte, pero el miedo de que no me abrieras me hizo regresar apenas al haberme levantado de la silla, volví al papel y escribí esto, pensando en lo mucho que te extraño y lo poco que te importa eso, lo subiré, solo para terminar lo que puse para ti. Espero que lo veas y al menos sientas algo en tu corazón, no vuelvas, búscame.
Le Kath
Aprende a leer hacía abajo es lo último que me verás decirte en mucho tiempo.