He atribuido un cometa cayendo del cielo como señal de que piensas en mí, mujer de fuego que haces que la luna arda en pedazos cuando se te plazca, solo con desearlo haces que el cielo se torne anaranjado o rojizo anunciante de que existe el sol aún después de la llegada de la noche.
Me ha llegado tu señal después de un largo silencio tuyo, pensábamos que la espera había terminado, pero ahora resultó más calurosa la espera que la llegada, que además de tardada viene acompañada de un terrible y espantoso silencio que me tiene muerto de desesperanza y miedo, por lo menos al ver hoy tu destello, el silencio se rompe en un grito que dibuja una sonrisa y recuerda una época, lejana en que los ojos se vertían en el calor de uno solo.
Y rasgar el cielo en tu fuego fue una manera en la que pudimos estar juntos, no sé dónde te encuentras aún, pero sé que sabes dónde estoy yo, y no pierdo la esperanza que llegues a rescatarme del vacío que dejaron tus labios que aún sin haber encontrado los míos, sé que son dueños de él, porque al verte se siente esa electricidad que solo puede causar alguien en la vida, ese momento de suspenso que solo alguien llena y que no se sabe cómo es antes de conocerlo, pero no se duda al haberlo hecho.
Las lágrimas cayeron del cielo en un incandescente destello y las siguieron las mías de alegría de saber que estabas allí en un momento aislado y en ese congelado segundo que guardaré por siempre, deseando que viera lo que habías dibujado en el celeste para mí.
Ese deseo aunque oculto lo he llegado a descifrar, y con él tus secretos, no podría ser más cercano nuestro encuentro que en este momento, no podría ser más puro y perfecto, que con el arder del cielo amor mío, no podría ser más íntimo y oculto que el transparente ardor de nuestras almas a través de un cometa que cometió el error de acercarse demasiado a la hermosura tuya, y lo encendiste por tal atrevimiento intolerante princesa de llamas letales.
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