Soy un viejo brujo falto de poderes que decidió ser un peón más en la cuadrícula de la vida, sin mérito ni gloria, una pieza más que no importa ser sacrificada por el paso de un bien mayor pero que se respeta si es lo único que se tiene. Desde afuera vivir la vida, decidí esto ya que la vieja magia que domino ya fue olvidada por los corazones y sustituida por una falsa idea de lo que es una felicidad que nunca llega y nunca es suficiente.
De vez en cuando me convierto en mi propio Dios, me imagino que sería del mundo si predominaran los ideales por los que mi absurda mente se rigen e invento un nuevo mundo, uno donde la vida se respeta por intensa y no por el número de ceros que se traiga en la chequera, donde el amor se profesa y no se compra en una esquina, un mundo donde no importa el color ni que tan despintada sea tu ropa.
En mi mundo solo hay una busqueda incanzable por la verdad, ya que la felicidad y el amor han sido encontrados, y a veces mi sonrisa se ilumina al ver que algunos ya lo han hecho, no todos están perdidos completamente, hay ciertas almas que pueden cambiar lo que vivimos hoy. Sin embargo las sombras son constantes y mi paciencia es poca, por eso perdí la cordura y me envolví en mi propia enmienda.
Cuando me harto de la falsedad del mundo agarro la guitarra y salgo a buscar consuelo, en la oxidada banca de un parque, o en algún muro que me proporcione una vista privilegiada, allí me pueden transcurrir las horas, observando el mundo, como si fuera un observante separado del resto de la humanidad, y le dedico a mi propia musa, los cantos que nunca quiso escuchar.
Le Kath.
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