Cuando menos
lo esperaba, un mensaje que mandé por un impulso te hizo despertar, estabas por
terminar tu carrera, y fue este gentil gesto de mi parte el que te hizo voltear
a verme, ya teníamos tiempo de conocernos pero jamás habías sido parte de mi
vida y yo francamente siempre pensé que nunca sería parte de la tuya.
Bastaron 5
minutos el primer 26 que salimos para saber que eras especial, sensible,
cariñosa, inteligente, un sinfín de cualidades que pude percibir en ti de
manera sin igual, mi poca habilidad con las mujeres que me parecen atractivas
no pudo rescatar mucho de interacción, un abrazo de despedida después de
aquella noche en que tomé un café con licor de naranja con el nombre de un
revolucionario en un café escondido en las calles de la zona céntrica de la
ciudad de Saltillo.
Recuerdo
que llegué más emocionado que nunca a mi hogar, jamás había conocido a alguien
así, recuerdo que esperaba con ansias que la pantalla de mi celular encendiera
y que aunque tardabas en contestar un par de minutos, lo que demoraba yo era cuestión
de fracciones de segundo. Me enamoraste al segundo día.
Nuestro
primer beso fue el día que te entregaron los papeles, ordenando en una
pizzería, sabiendo que preferías el sushi, ese lugar es ahora parte de mis
lugares favoritos, aunque ahora por mi enfermedad no podría comer ahí, cada que
paso el aroma del queso y el pan me recuerda el de tus labios.
Empezamos a
ser novios 3 semanas después que emoción, prepare con esmero una galleta de la
fortuna preguntándote adentro si querías ser parte de mi vida, incluí tus
números de la suerte 26 – 06 -13, recuerdo que ese día estabas molesta y que se
volvió sumamente importante al final, siempre me gustó como te sentaba el
negro.
Pasaron los
días y cada día iba todo mejor, nos comprendíamos completamente, siempre me
gusto como fuiste de entregada y dedicada conmigo, sentía que podríamos
habernos casado en ese mismo instante. Y de haber tenido el dinero del registro
civil quizá lo hubiéramos hecho.
Me hacías
atreverme a cosas que no había hecho jamás, irme de pinta, esconderme de la
realidad, ir a una ciudad que se supone que debería de conocer pero que no
tenía ni idea de por dónde iba conduciendo, a tu lado me sentía sumamente
libre. Es una sensación que ahora intento recuperar.
Éramos un
par de locos impulsivos amorosos y llenos de energía, el mundo nos quedaba
pequeño y nuestros planes eran demasiado grandes para una sola vida, recuerdo
que ya teníamos toda nuestra vida planeada con cosas hermosas y cada día las
horas se nos volvían segundos.
Inclusive
te hiciste amiga de mi madre, cosa que te he de confesar difícil, recuerdo que
me regañaba cuando nos llegábamos a enojar, y que se la pasaban recibiendo
mensajes de la una a la otra, inclusive te llegó a decir que tomaras clases con
ella, lo cual creo que hubiera sido buena idea para que mejoraras lo que
querías hacer de pintar.
Recuerdo
nuestros últimos momentos juntos, por el día discutíamos y por las noches
volvíamos a amarnos como si nada sucediera, cometí el peor error que pude haber
cometido, y es fecha de que aún lo lamento.
Al igual que su llegada nuestro amor se apagó
de pronto, sin dar aviso, repentino, abrupto, hiriente, obsceno, me dejaste con
una rosa en la mano y la bebida en la otra, intento ahogar a diario lo que
siento, confieso que te llamo a propósito para ver si reaccionas, pero no das
señal de vida alguna.
Decidí
ocuparme para que no me afectara más esto, sin embargo creo que alguien debería
de saber lo que sucedió por si un día dejo de contar nuestra historia, por el
día de hoy me he quedado sin palabras, o quizá sea que mi tristeza no conoce
más palabras que puedan expresar y deba dejar de escribir en este momento.
Adiós.
He arriba 666 palabras para una historia que termino de la misma diabólica manera, tristeza eterna de un final que pudo ser feliz, pero los demonios de alguien que no sabe valorar un amor, y de quien no tiene la madurez para aceptar que todos somos humanos, acaban con la más sólida de las relaciones y con el más grande de los amores.
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