viernes, 5 de noviembre de 2010

CHICAGO

Paseo por las calles que alguna vez tú recorriste, en esta mágica ciudad que ahora me tiene pensativo y cautivado, recorro los callejones entrelazados de gente ocupada y despreocupada, que con una coreografía perfecta se abre camino entre las luces de los coches en el frío y cortante viento de la ciudad.


En esta ciudad misteriosa y elegante, llena de mil tiendas que ofrecen los productos para gente que le gusta vestir bien, encuentro un lugar intacto, donde la magia verdadera de aquí se ve, a un lado del rio Chicago, un pequeño bar donde se oyen los destellos del soul y del jazz a media noche, donde la gente que se quiere alejar del ajetreado tráfico y del bullicio de la gente se refugia.

Y descubro una ciudad diferente a la de los grandes rascacielos que desgarran el azul horizonte imponiendo la mano del hombre sobre cualquier otra cosa, una ciudad diferente a la de las puertas giratorias y el signo de dólares por doquier, una ciudad mística, con un alma bohemio difícil de encontrar, donde la herencia de Jasbo Brown hace gala de notas en carne viva de un jazzista, este nuevo lugar donde por las esquinas lejanas a la avenida principal se oye entre el ruido de los autos el hiriente lamento de un saxofón.

Es entonces cuando aprendí a ver de otro modo las cosas, entre las decenas de teatros, los famosos y los más aún sorprendentes teatros viejos, de esos que solo se acuerdan algunos, y que aunque no lo crean aun siguen exhibiendo, solo por el caso de que algún curioso como un servidor, se acerque a ver las interpretaciones más leales que haya visto de una obra cualquiera que esta sea.

Pasear a lo largo de los parques me recuerda un poco a cuando hablaste de este lugar, tu viniste en verano con la gente joven disfrutando de las horas de sol en una playa escondida que casi nadie de los foráneos conoce, mi paisaje es un tanto distinto, acaba el otoño y por las doradas hojas que lucen los arboles cada vez mas escazas por las mañanas a veces es posible ver algún signo de hielo brillante, aún más que los gigantes y plateados edificios.

Entro en un edificio cualquiera, intelectuales analizan con mirada crítica y mano en la barbilla para disimular un mayor interés, una pintura impresionista, una señor apresurado y con un estuche familiar que casi me da un golpe en la cara, distrae mi atención, me doy cuenta que me encuentro en una universidad de arte.

Por cualquier lado que voltee hay un ambiente extraño, estuches de instrumentos musicales, pláticas que no entendería nunca sobre la obra de un señor pomposo que llego a ser artista reconocido mundialmente, y un fuerte olor a cigarro y café inundan mi mente, es cuando decido entrar en un grupo, y quizá por mi aire distraído y de fácil asombro, nadie se molesto en corregir mi presencia ni en dirigir la mirada en aquel extraño que se acercaba a ver.

Solo alguien se acerco a mí, al verme indefenso y dudoso de a donde correr cuando la puerta se cerraba una chica que cargaba un estuche de violín me indicó que debía salir de allí y me ofreció un lugar a lado de ella en un banquillo en un jardín olvidado mientras se disponía a ensayar, me pregunto quién era y de donde venía, al ver que mi idioma era trabado y con un acento raro decidió no mortificarme con muchas preguntas y me ayudo con preguntas de si y no, después de presentarse me propuso oír su más reciente obra , propuesta que obviamente acepte sin dudarlo, se unió con el violín como solo los músicos más prodigios pueden hacerlo y me contó su historia sin decir ninguna palabra, como si fuera parte de ella el violín jugaba con el aire estirando las corrientes y tejiendo con ellas una hermosa melodía que solo el corazón de aquella joven conocía y adorno con esa música aquel jardín. Fue fácil perder la noción del tiempo con aquella maravillosa composición y pronto fue hora de despedirme de ella y ambos retomar caminos distintos quizá para siempre.

Y después de ver una excelsa clase de arte impartida por esa chica oriental que me dejo sin respiración y de almorzar en un puesto de dudosa procedencia, contemple el enorme lago, vaya que acertaron al nombrarle con un “Gran” al inicio, feroz a veces, pero dócil la mayoría del tiempo, me pierdo en el horizonte, ya que dicen que en un buen día y desde alto se puede ver el otro lado, quizá sea verdad, quizá sea solo un invento para que la gente se detenga a ver la paz que generan las olas al romper sobre la delgada franja aun verde que divide a la gran ciudad de la inmensidad del lago, de cualquier manera, me causa una increible e indescriptible sensación este lugar...

Me despido de la ciudad que empezó de cero después del incendio, de las mojadas calles de las puertas giratorias y del jazz, me despido de las vistas maravillosas de los rascacielos y de la paz del puerto en el atardecer, el show debe continuar, como siempre lo hace en tus decenas de teatros, nos vemos… Chicago.

By Le Kath

Photo
Lake Michigan. Navy Pier Chicago IL
Sunset 
by: Le Kath

1 comentarios:

Unknown dijo...

Esta vez me has dejado con pocas palabras, has descrito una ciudad de ensueños…casi he podido sentir la gran diversidad cultural que ahí se respira, me gustaría poder ver alguna vez esa ciudad como la que tus ojos han visto.

Saludos n.n

Old House

Old House
By Le Kath